Un huracán, me llevó a Picnic - Adriana Rivera

El 24 de octubre de 2023, el huracán Otis, azotó las playas de Acapulco, devastó el lugar con su categoría 5, haciendo imposible la vida turística como la conocemos ahí.

El festival Trópico, se llevaría a cabo ese mismo año los primeros días de diciembre, sin embargo no hubo manera de lograrlo.

Los organizadores decidieron realizarlo en la CDMX, para donar todas las ganancias a los damnificados del puerto.

Al enterarme de la noticia, la compartí con mi novio Jair y compramos boletos para asistir; me emocionó la idea de poder apoyar a la causa y al mismo tiempo disfrutar un evento al que tenía muchas ganas de ir.

Llegó el día y nos lanzamos al parque Bicentenario; el festival me pareció increíble, pero eso lo contaré en otro momento.

Comenzó a llover y decidimos guarecernos en el área de comida, al lado de nosotros se sentaron unas personas incipientes, de esos que sólo van a poner cara a los eventos y tomarse selfies. Por fortuna se fueron de la mesa compartida y dieron espacio para que pudieran sentarse las personas que le dieron el giro necesario a mi vida.

Ofrecimos movernos para que cupieran mejor en la banca y muy amablemente respondieron que estaban bien con el espacio.

En ese momento tuve la oportunidad de echarles un vistazo rápido, para darme cuenta de la belleza que portaban.

Alejandra, es una chica mexicana de piel morena, tono tostado envidiable, figura menudita, ojos grandes almendrados y una boca carnosa, en su cabello lleva a toda la madre África, en un tono rojizo imposible de pasar desapercibido.

A su lado llegó Antonella, una chica argentina con unos rasgos geométricos perfectos en el rostro, menudita también, cabello rizado rubio, unos ojos entre verde y azul, enmarcados por unas cejas capaces de hablar.

Después de ese vistazo, todos mis prejuicios se activaron. Seguramente son engreídas, están sentadas aquí porque no tuvieron más opción, no nos van a dirigir la palabra, etc., etc.

En ese momento, veo a la distancia a Marion Reimers y estuve tentada a pedirle una fotografía, pero no me animé, mi novio me alentaba, porque sabía que me gusta su trabajo en pro del activismo y fue en ese instante, al mencionar la palabra activismo, que Alejandra voltea con nosotros y me pregunta, ¿eres activista?

Mi novio y yo nos miramos rápidamente y después nos dirigimos hacia ella, respondo con un “no, pero eso quisiera”, en un tono suave de lamento.

No necesitamos romper más el hielo y la conversación se dio natural, a lo largo de unos treinta minutos y entre mordidas a nuestros hot-dogs y ellas a sus flautas, dimos nuestros puntos de vista acerca del activismo, el feminismo, la maternidad y paternidad, trascender a otros planos, nuestras historias personales de amor en pareja, vivir juntos o separados, las relaciones abiertas, el poliamor, los artista a los que deseábamos ver, el sabor y calidad de nuestros alimentos y algunas otras cosas, que en este momento no recuerdo con claridad.

Nos tomamos fotos besándonos (no se emocionen, no era beso de cuatro), cada quien con su pareja y la lluvia cesó, nos despedimos momentáneamente, esperando vernos más adelante en algún escenario.

Y sí nos vimos y con mucho gusto, Ale y Anto nos invitaron unos tragos; no necesitaron decirlo dos veces para que aceptáramos y mayor fue nuestra sorpresa, cuando llegaron con cócteles dobles para cada uno, les dimos las gracias y nos dijeron que los disfrutáramos, lo cual hicimos obedientemente, para volver a separarnos.

Algunos shows más y nos encontramos una última vez, otra ronda de tragos dobles, patrocinados por Anto y Ale y un impulso tremendo en mi cabeza, por pedirles su número de teléfono, para que ese momento tan especial, no quedara en el olvido y poder, quizás, vernos en el futuro.

De inmediato Anto guardó su número en mi teléfono y nos despedimos, les agradecimos todas sus atenciones y prometimos invitar las rondas, cuando volviéramos a vernos.

El festival continuó, nos fuimos antes del último número, porque el frío ya nos había vencido. Gracias Trópico, me diste una de las mejores noches de mi vida.

Al día siguiente, con un ojo abierto y otro con Morfeo, tomé mi teléfono y busqué el contacto de Anto, quería asegurarme de haberlo guardado bien y sí, ahí estaba.

En lo primero que pensé, fue en agradecerles mediante un mensaje, me encanta escribir y quería decirles algo lindo.

Pero me surgió la curiosidad, sobre a quién habíamos conocido, modo acosadora en botón de encendido. Fue muy sencillo, abrí IG y busqué “Antonella Charpentier”, (guardó su número con todo y apellido), boom más de 12 mil seguidores, dije wow, seguido busqué a Alejandra Castañeda, doble wow, más de 33 mil seguidores. Quedé impresionada, conocimos a personas muy seguidas en redes.

Envié ese mensaje de agradecimiento y volví a dormir; después de los 40, cualquier desvelada cobra factura inmediata.

Anto respondió más tarde, diciendo que les habíamos caído muy bien, envió saludos para Jair y que nos buscaron para regalarnos su pulsera, pero ya no nos vimos.

Pasaron los días y de repente llega otro mensaje de voz de Anto, además de saludarme, me estaba invitando a un Picnic en el bosque de Chapultepec, organizado por Ale, dirigido a puras mujeres. Me explicó a grandes rasgos, de lo que trataba y la dinámica para participar. Cerró su mensaje con un “me gustaría que fueras porque eres muy cool”, al terminar de escuchar eso, mi ego se elevó, no lo pude evitar.

Feliz acepté y comencé a conseguir lo que necesitaba llevar, semillas, mantel, hojas de papel, colores, un recipiente, etc.

Al ser un picnic, cada quien debe llevar comida y/o bebidas para compartir, lo que desees, lo que esté a tu alcance.

Llegó la fecha e iba tarde.

Ya todas estaban en el círculo y presentándose, decían cualquier cosa que se les ocurría, nombre, profesión, ocupación, hobbie, signo zodiacal, casa de Hogwarts, etc.

Estaba muy nerviosa, no sabía si llegar tarde iba a representar un problema, tampoco sabía si me iban a recibir bien, todas las malas ideas aprendidas acerca de las mujeres, se hicieron presentes, la inseguridad y ansiedad tomaron el mando, hasta que me tocó hablar.

Al ser mi primer picnic, quise explicar los motivos que me llevaron ahí, eran simples, deseaba descontaminarme de la energía masculina, siempre he convivido más con hombres que con mujeres y ya estaba cansada de habitar espacios machistas y misóginos, pero sobre todo, deseaba encontrar amigas, que hasta ese momento, no tenía.

Al comenzar mi explicación, sentí energía corriendo por mis brazos y subió por el cuello, hasta llegar a la boca, ahí se me quebró la voz y lloré, sentí una vergüenza horrible al no poder hablar y decir eso tan sencillo que llevaba en mi cabeza, me sentía ridícula y pedí disculpas por mi reacción.

Bajé la mirada y de forma inmediata, dos manos estaban junto a mí ofreciendo apoyo emocional, unas voces me dijeron “no eres ridícula, te entendemos”.

No podía creer lo que estaba sucediendo, mujeres apoyando mujeres, perfectas desconocidas para mí, abrazando mi dolor, el cual llevaba muchos años oculto.

Con esas manos y esas voces, pude terminar mi explicación y sentirme parte del grupo.

Moni Rojas fue la guía de ese Picnic, nos enseñó técnicas para aprender a soltar lo que duele y no necesitas, para después manifestar lo que se merece. Cabe decir que estuvo hermosa la sesión y me sentí, sin duda, más ligera.

Al terminar, dos chicas y yo nos abrazamos y lloramos, compartíamos historias similares de rompimientos amorosos junto con sentimiento de soledad; intercambiamos IG y números telefónicos.

Minutos más tarde, otras chicas se acercaron a mí, para abrazarme y decirme lo identificadas que estaban con mi historia y el deseo de hacer amigas, podía sentir la magia que caracteriza a Picnic; unas horas antes, estaba triste y sin amigas y al término del evento, ya había conectado con varias mujeres, que al poco tiempo se volvieron mi red de apoyo y ¡qué tremenda red!, incondicionales, sin juicio hacia mi persona, más jóvenes que yo, de mi edad y mayores.

Completamente feliz me sentí, no quería que terminara.

Al final de esa hermosa sesión, recogí mis cosas, sacudí las hojas secas que traía pegadas y me fui, me fui con la sonrisa más grande e infantil que no había tenido en años.

Sabía que algo estaba ocurriendo, pero no imaginé que fuera el comienzo de mi nueva vida, una más amorosa, más femenina, más colectiva. Comencé a construir mi segundo lugar seguro. Me llevé el amor de las que me acogieron ese día, para sembrar y ver crecer mis nuevas raíces, deseché rápidamente los malos conceptos que tenían sobre las mujeres y regresé rápido a casa, para contar la tremenda aventura que había vivido.

Hoy, a poco más de un año de distancia, ya no siento pena por decir que antes no tenía amigas, pero ahora, estoy nutrida por mi nuevo círculo femenino y a la vez, ellas me permiten ser su árbol, al que llegan por un consejo, sombra o amor.

El poder de la colectividad femenina, expande el amor, sólo necesitas atravesar el círculo.

Te amo Picnic.