1.Pinturas.
Con mis cinco años, la caja mágica de la selva era el mejor regalo que me hubieran podido dar. Tenía todo tipo de instrumentos para colorear: gises, crayolas, lápices de colores, cerillas, acuarelas y tinturas…. Todas acomodadas bellamente en una caja tapizada de selva con jaguares viéndome.
Verde y naranja, eran sus colores principales. Cada que la encontraba en el closet era como recibir esa sorpresa de nuevo.
Esa caja representaba un espejo al futuro - en el que en mi niñez - me congraciaba como pintora y creativa en algún momento de mi vida adulta.
Siempre que bajaba con la caja en el brazo le decía a mi familia colgada de las escaleras “De grande voy a ser artisa o pintora!”
Colorear me hacía sentir que podía crear mundos ajenos al de los adultos; un mundo en el que yo podía ser diferente y no repetir lo aburrido que parecía el vivir como mis padres: monotonos, con miedo a la aventura, a salir de la rutina, cansados...
Era yo la artista y en mi quedaba el ser diferente.
Utilicé cada uno de los cajones para colorearme un mundo divertido.
Esa caja estaba apilada y en cada centro de esos compartimentos colgaba una pequeña cinta para jalar sus cajones y descubrir sus colores.
Las posibilidades eran infinitas…
Era divertido pero metía en problemas…
Divertido hasta el día que según yo no hacía nada malo en intentar pintar los calzones de la trabajadora doméstica mientras planchaba.
Casi me cachetean ese día.
Solo quería entender como se veía la perpectiva de una persona pintada desde abajo.
Otro día, debajo de la cama y con mucha pena, decidí preguntarle a mi madre si podía dibujarme a dos personas desnudas.
Casi me gano otro cachetadon, me fui avergonzada corrida de su cuarto sintiéndome la peor hija por querer conocer el cuerpo humano.
Después de desistir en pedir ayuda para crear bocetos, empecé a encerrarme para dibujar cada vez menos, preguntar menos cosas, y compartir muchos menos recuerdos con mis padres.
Los dibujos se arrinconaron, después de un curso de verano aburrido en el que nos pusieron a todos a dibujar con perspectiva la cara de un Bart simpson…. “Esto no es arte”
50 niños en un curso de verano de un día no es arte.
Que mis padres se burlarlan de mi mientras colgaba de las escaleras queriendo ser artista y pintora y dijeran “uy te vas a morir de hambre, el arte no da dinero.... De pintora te mueres de hambre….
Entendí que solo los privilegiados podían ser artistas. Que ya no merecía intentar pintar porque segun mi madre “nunca terminaba las cosas” y con eso y el ser pobre pues….
Dejé el sueño para otro.