Un rincón en Canadá

Era muy notorio quienes eramos los mexicanos, los quebecos

no se, habrá sido cuestions de fisionamia, cultura...

La biblioteca el lugar perfecto para todos nosotros: cafe barato e internet abierto al público.

Estabamos ahi aunque nos trataran como vagabundos, Todos eramos indeseables a pesar de que

haciamos el trabajo que no querían hacer en sus granjas: pruning, picking, harving...

Eramos libres y jóvenes, en su mayoría.

Eramos libres.

Pronto entendimos que no había transporte público,

que los viajes eran de ride,

que nos daba miedo viajar solas en la noche

o que la caminata más cercana a la tienda era de 3 horas.

Éramos libres.

Dormíamos en una casa de campaña para una persona.

Caminábamos al lago,

Nos bañabamos en el frío.

Sudabamos durante el medio día

Veíamos serpientes, Veíamos águilas.

Topos.

La comída nos caía mál.

Pero eramos libres sin tecnología, sin celulares, sin estrés del tráfico de México.

La simplicidad nos rebazaba, nos abríamos camino preguntando, apuntando números telefónicos

cargando las mochilas al hombro, descubriendo bazares de viejo.

Nos reconocíamos entre paisanos y nos hacíamos amigos.

Nos reíamos de lo caro que era el super y no podíamos comprar queso sin quejarnos.

Viviamos de enlatados y agua.

Llorábamos por un taco.

Nos dimos cuenta que la distancia era nuestra mejor amiga

y regresamos al centro de lo que nos convertía nosotros.

Fuimos libres.

MARIELA SANTONI