LA PROFUNDIDAD TIENE UN SENTIDO.
De niña mi madre siempre se quejaba: “¡AY ya Mariela! ¿Por qué tienes que sentir tan profundo todo siempre?”
Y crecí pensando que sentir - sentir demasiado- es una debilidad.
Mi tía decía que era una soñadora, y que tenía que tener cuidado de dejar de lado la realidad.
Mientras crecía, el saber que sentía demasiado las cosas, las personas, las situaciones, el que cortarán los árboles, que una amiga me dejara de habar…. me hizo crecer con la idea de que era inadecuada, rara y fuera de lugar.
Me catalogué como “Demasiado explosiva o melancólica” y que era “demasiado que manejar”.
Ahora que por mucho tiempo evité estas emociones, llego a descubrirme “más vulnerable que antes”. ¿Pero en qué momento puedo contener a mi niña interior diciéndole: “puedo manejarlo soy una adulta”… cuando mi herida sigue abierta por evaluar mis talentos, mis ganas de emprender, crear?
Creo que es lo bello del alumbramiento -el darse a luz a una misma después de partirse. Aceptarme - recién nacida y vulnerable- , adolorida, en un mundo nuevo - y de luto por quien nunca más volveré a ser-; es aceptar que tocar mi fondo, mi profundidad y mi vergüenza, me permite reconocerme y empezar a estar en contacto con lo que realmente es importante.
Confieso, que siempre me he escudado detrás de las letras para no sentirme tan vulnerable y que por eso me cuesta trabajo compartirme. Me cuesta trabajo publicar mi sensibilidad y mostrarte con demasiados sentimientos, como mi madre siempre recriminó.
Por eso guardo todos los cuadernos que escribo, incluso las notas en las servilletas y los post its escritos rápido a mano alzada. Para leerme, entender mis facetas y no olvidarme de quién fui.
Volveré a atreverme a ir al fondo para dejar en la superficie lo que en verdad arde en mí: entender mi profundidad, y aceptar que quiero ser aceptada sin vergüenza a sentir demasiado, como siento yo.